No sé si son reminiscencias de la postguerra, el hambre y aquellas cosas pero en todos los pueblos, aldeas, y hasta en capitales, se desviven por ofrecer menús, tapas, cazuelitas, guisos, paellas, potajes, asados, pinchos, chorizo, morcilla, panceta, morros, hocicos, patitas, jamón, careta, pringadas... Fotografías de ranchos y comensales. Y “luego vaquillas y pelota”. No hablan de la misa mayor con lo bonitas que son, con paseíllo de tres curas incluido.

“Los domingos, almuerzo y misa. Y si no hay tiempo para todo... se deja la misa”. Lo cierto es que me encanta ver anunciados en pueblos partidos de pelota. Gracias a la empresa Garfe, creo que se llama, que apoyada por el buen vino TARÓN de Tirgo y su cooperativa, programan partidos interesante donde nunca los hubo de tal relieve.

Ahí se pelean Titín, Beroiz, los Merino y los Sáinz. Tainta, Urbieta, Prado, Sancho, Garrido, Irusta... Gracias, también, a los concejos que tienen en cuenta una afición ancestral y popular. Sin algunas subvenciones no sería posible.

Las ferias estelares siguen su curso y es pena que Víctor no esté entre los punteros del “rincón”. Junto a Salaberri, Untoria, Darío, Zabala, Ruiz... van jugando de teloneros o terceros partidos que... es triste interesen tan poco hasta en las consideradas cátedras de la pelota. En algunos frontones ni los estelares se aprecian con la asistencia lógica y esperada.

España es un campo de fútbol pero estos deportes minoritarios también tienen un público y tratándose de un deporte hay que apoyarlos en las bases de promoción de forma oficial. Lo mismo que en el toreo, los futuros nombres importantes nacen y se forman en las escuelas de tauromaquia y pelota. Siempre hay quien tuvo la suerte de profesor “particular” de lujo por familia o parecido. Pero no deja de ser un aprendizaje controlado y progresivo.